skip to main | skip to sidebar

sábado, 5 de noviembre de 2011

Resurrección


Juré que te amaría, que jamás cambiaría. Solo fueron las palabras vacías de mi presencia egoísta, porque en ese preciso segundo y hasta hoy en día siempre supe que me engañaba a mí mismo y que aquello jamás sería realidad. Confinados ambos en un eterno agujero negro sin fin, cayendo, cayendo cada vez más, tú por confiar en mis cautivantes palabras envenenadas y yo por engañarme a mí mismo persistiendo y combatiendo en una batalla ya acabada, que nunca tuvo comienzo. Sostuve fielmente tú mano durante el trayecto de la caída, cubriendo mis ojos mientras navegaba en mis pensamientos cuando estaba unido a ti, solo en mis sueños placenteros.

Sensatez recobre cuando por fin recordé que era mejor sentirse culpable por acabar esta batalla que nunca fue a peor seguir como un religioso devoto a su Dios el permanecer siempre atado a la idea de que aquello es real, y yo, no quiero eso. Porque muy en el fondo una parte de mi me dice que yo no me valgo de mis creencias inexistentes sino de las señales que desde un puente me guían siguiendo unas huellas pequeñas que me arrastran hasta mi hogar, mi verdad.

Y así, derrumbe todo lo que habíamos construido dejando cicatrices en ambos que jamás se verán pero si se percibirán. Convirtiendo mis anhelos irreales conspirando en contra de mí a una realidad más cruda y cruel dejándome saber quién soy  y quien más nunca seré, allí fue cuando pude ver dentro de mi mismo y lo que vi me inquieto.

1 comentarios:

Lydia Pinilla dijo...

Me siento identificada con tus escritos.
Gracias por escribir con el corazón.
Besos.

Publicar un comentario